Hoy no me basaré en analizar políticamente
la jornada de ayer, 9 de noviembre, sino en cómo lo viví personalmente ya que
servidor fue presidente en una mesa ‘electoral’.
La jornada empezó a las 8 de la
mañana cuando fuimos citados todos los voluntarios que habíamos sido inscritos
y posteriormente confirmados que estaríamos presentes en el colegio. A las
ocho, en mi colegio, ya había cierta cola de gente que estaba con la papeleta
dispuesta a las 9 de la mañana ser los primeros en votar. De echo, voluntarios
más jóvenes, llevaban en la puerta del colegio desde las 5 de la mañana para
asegurarse que la jornada podría iniciarse sin ningún problema. Antes de entrar
por la puerta para dirigirme al punto de información del interior, como buen
educado, les di los buenos días (en catalán) a los asistentes de la cola, los
que respondieron casi al unísono ‘Bon dia!’. El día prometía, caras de
entusiasmo, tono de energía… todo un ejemplo de libertad y armonía.
Me presenté ante los vocales y me
dispuse a levantar acta con el lugar, sitio y hora correspondiente, así como
con los nombres de los integrantes de mi mesa.
Ya eran las nueve, todos los miembros
de las mesas en el aula en la que estaba nos dimos ‘buena suerte’ para que la
jornada fuera lo mejor posible y participaran el mayor número de personas. Supimos
que se habían abierto las puertas al público porque los que integraban la cola
se arrancaron en aplausos desde fuera del recinto hasta dentro del vestíbulo. Todo
estaba listo y distribuido. Las mesas, los números y las letras expuestas en el
exterior del vestíbulo y en el interior. Todo estaba claro, pero por si aún
había gente que no se aclaraba, entre otras cosas comprensible porque no
estaban como de costumbre, habían más voluntarios repartidos por todo el hall
acompañando y distribuyendo a los perdidos que no tenían muy claro donde debían
ir.
Las primeras personas, orgullosas
del acto al que se habían presentado, votaron como nunca antes lo habían hecho.
Sonriendo, contentos, alterados, emocionados. Los miembros nos convertimos además
de los responsables de introducir sus datos y decidir si votaban o no en psicólogos
y fotógrafos. Familias enteras viniendo juntos, mayores muy mayores con
problemas incluso de movilidad, pequeños introduciendo el voto por sus padres…
el 99% de personas que votaron en mi mesa, el darles las gracias a todas y cada
una de ellas, a todas, indiferente del voto que pudieran dar, me respondieron “no,
gracias a ti por la labor que haces” o “gracias a ti por permitir que esto
funcione” o “gracias a ti por ser voluntario”. El 99% coincidían en algo, me devolvían
las gracias y hacían que aun tuviera más ganas de estar ahí sin importarme a
que hora acabara mi jornada.
Una anciana, nos explicó como había
perdido a sus familiares luchando por la libertad apresados por el franquismo
que se vivía en la época. Como desde pequeña había luchado por la independencia
de Catalunya y como había luchado por una democracia. Al finalizar, nos besó a
todos los de mi mesa, con los ojos llorosos, mientras nos agradecía lo que estábamos
haciendo por el país.
Muchos entre hombres y mujeres,
besaban el voto antes de introducirlo. Después, como era ya habitual, nos daban
las gracias y se marchaban.
Hombres de todas las edades, a mi
personalmente, me dieron la mano y las gracias por estar ahí. A otros que
debido a la cantidad enorme de gente que había (la cola había llegado a la
esquina de la manzana) al redirigirles personalmente me lo devolvieron con
sonrisas y palabras amables. Señoras nos trajeron unos mini sándwich para los
voluntarios, otra nos trajo coca. Gente con más papeles de los que tocaban
llevar los trajeron para asegurarse que podían votar: DNI, certificado de
empadronamiento, pasaportes, permisos de residencia, certificados de todas
clases…
Gente de todos los colores, entiéndase
la metáfora, nacionalidades dispersas, en mi caso, africanos, sudamericanos e
italianos atendí. Gente que hablaba tanto catalán como castellano y los que de
igual manera te hablaban con toda la educación posible. Abrazos de extraños a
los que siente he tenido cierta animadversión, ayer, hicieron que las horas
corrieran a niveles inimaginables.
Una familia, en concreto, fue
entrando aula por aula y mesa por mesa (quiero decir que en el colegio en el
que estaba habían 29) haciendo silencio a los asistentes en ese momento para
ponerse a aplaudir a todos los voluntarios de la jornada. Diciéndonos entre
aplausos que “sou molt grans” (sois muy grandes).
Pocos se quedaron sin votar, en mi
caso porque tenían el DNI caducado y las normas eran estrictas. Debíamos de
tener el mismo patrón para todos, daba igual si hacia un día que lo estaba o
hacia años. O si la documentación era insuficiente, en mi caso, algunos
extranjeros solo traían el permiso de residencia pero no el resto de papeles
que nos obligaban a pedir.
Ya eran las 20h de la tarde, el
colegio cerró sus puertas y nadie más podía entrar. Se nos avisó que había
finalizado el proceso de votación. Todos los voluntarios, todos, salimos al
pasillo común que teníamos para aplaudirnos por como habíamos trabajado y lo
bien que había ido, sin ninguna incidencia. Acto después, un voluntario, empezó
a cantar el ‘Himne dels Segadors’, el himno catalán. Nos arrancamos todos otra
vez a aplaudirnos entre nosotros para mostrar aun más el agradecimiento de
absolutamente todos los que habían hecho posible que el día fuera como fue, un
éxito rotundo.
Todos, todos, tanto voluntarios como
participantes, absolutamente todos, sabíamos que lo de ayer no eran unas
votaciones dignas de lo que merecemos. Sabíamos que era más un acto de reivindicación,
de manifestación, de luchar por nuestro derecho a la libertad de expresión pacifica
y calmada. Todos sabíamos que las votaciones no eran más que eso, entre otras
cosas porque el gobierno central nos negó.
Es absurdo para algunos y
comprensible para otros, pero no negaré que en muchas ocasiones, muchsísimas,
se me pusieron los pelos de punta. Los ojos vidriosos e incluso ganas de
llorar. No por el hecho de luchar por una independencia, sino por el hecho que
sin publicidad, sin debate, sin medios, habíamos logrado una participación excelente.
Más de la que se esperaba.
Increíble, brutal, histórico… podría
pasarme horas diciendo lo que me pareció, pero es que solo puedo decir que
somos un gran país, que somos fuertes, que luchamos y que no callamos. Que seguiremos
adelante, que seguiremos consiguiendo y ganando terreno para que se nos
escuche. Que no pararemos ni lograran hacerlo. Visca Catalunya.